Blur, uno de los grupos pioneros del Brit Pop, sorprenden con The Magic Whip. Un doble LP, con 12 canciones nuevas, del que destacan sus singles de adelanto Go out y Lonesome Street.
Un disco maduro, grabado en Hong Kong y producido por Stephen Street, el mismo que colaborase con ellos en la primera etapa de sus carreras. Su cuidada edición en vinilo bien puede compensar los años de sequía discográfica que han sufrido los coleccionistas de la banda.
Es todo un regalo para sus fans. En su exterior resalta el papel mate de excelente calidad utilizado para las impresiones, y de su contraportada el circulo plateado reflectante. El cuidado por los detalles también es evidente en su interior, que goza de una foto horizontal de la banda en la que destaca el contraste entre diferentes texturas satinadas.
Los encartes respetan la estética oriental del conjunto, con impresiones de caracteres chinos. También cuenta con un enorme poster de dos caras. En una de ellas aparece la imagen de portada del disco y en la otra un colage con motivos asiáticos, que recuerda a un obra de arte pop.
Los discos pesan 180 gramos respectivamente, y en las galletas se ha impreso el logo que se utilizó en el videoclip de Go out, un sol sonriente.
Quizás el único defecto de esta edición sea la elección de sacar un disco doble de 12 canciones – no excesivamente largas – que conforman poco más de 50 minutos de música. Un LP con la capacidad de albergar 25 minutos por cada cara, hubiese llegado a lo justo. En nuestra opinión, se hace pesado escuchar tres canciones cortas por cada cara. Hubiese sido una buena idea, en su defecto, introducir material extra para la versión en vinilo y compensar de esta forma a los coleccionistas del grupo y darles un material más exclusivo.
Lo que diferenció a Blur de otros grupos del Brit Pop, fue que aunque tuviesen grandes hits comerciales, en sus discos siempre guardaban espacio para la experimentación musical. No era raro cuando sacaban un nuevo trabajo, que el single de adelanto no se pareciese en nada al resto de las canciones. Todos sus álbumes son, en cierto modo, conceptuales, eclípticos e inclasificables.
La banda fue un juego que les sirvió a sus dos cabezas pensantes, Damon Albarn y Graham Coxon, para evolucionar musicalmente. Un camino, sin vuelta atrás y hacia muchas direcciones. En lo que les fue posible, no repitieron fórmulas y probaron distintos registros en cada álbum. Eso no quita que entre sus discos hubiese conexiones: mientras para muchos Modern Life Is Rubbish, Parklife y Great Escape formaban una trilogía inglesa , Blur (álbum homónimo) y 13 eran discos hermanos, con mayor peso de Coxon y más sabor americano. Por eso a estos chicos – que ahora son hombres mayores y padres de familia – se les puede tachar de muchas cosas, pero no de aburridos y acomodados.
Hace un par de años, cuando parecía que el Brit Pop estaba totalmente pasado de moda, y nadie se acordaba de su música, los Blur volvieron a unirse e hicieron una mini gira. Como ellos relatan en el documental No distance lef to run, fue a causa de que Coxon y Albarm sajaron sus disputas personales. La reacción del público fue tremenda, todo el mundo volvió a escuchar sus canciones y todos recordamos lo buenos que eran estos tíos.
No era de extrañar que volvieran a las andadas y sacarán un disco como conjunto, aunque lo ocultaron hasta hace apenas un año.
El disco se produjo a partir de unas sesiones de grabación que tuvieron lugar en Honk Kong en un descanso de su gira de reconciliación. A causa de la cancelación de un concierto, el grupo decidió alquilar un viejo estudio y encerrarse en él para sacar material nuevo.
Las sesiones sólo duraron una semana. Coxon cogió el material resultante y junto al productor Stephen Street le dio forma. Albarn más tarde grabó otra vez la voz y añadió alguna que otra canción nueva de su cosecha. Para los interesados en profundizar más en la historia de su grabación, os dejo este vídeo en el que los miembros del grupo lo cuentan todo.
BLUR – The Magic Whip: Made in Hong Kong [Documental Subtitulado] from Barbarroja on Vimeo.
El resultado es un disco bastante serio y correcto, pero fuera aparte de su fantástica edición, hay que reconocer que Magic Whip tiene momentos excelentes y otros de completa mediocridad, más propios de las carreras en solitario de sus miembros. Sí es verdad que el eclecticismo siempre ha sido uno de los rasgos más característicos de la banda, pero no por ello hay que perdonarles su falta de unidad.
Blur ya no son jovencitos. Son músicos experimentados con labradas carreras en solitario que no necesitan el éxito, no buscan ser el número uno en las listas. Lejos están los tiempos en los que competían en popularidad con Oasis. Da la impresión que a este disco le ha faltado ambición para poder haber estado a la altura de los trabajos más ilustres de la banda.
En canciones como “Go out” vuelve a brillar la unión de Albarn y Coxon, hipnótica a la par de sucia. Lonesome Street representa una vuelta por completo al sonido por el que la banda inglesa es más recordado, pegadizo y dinámico. “New World Towers” o “Ice Cream Man”, por su parte son canciones en las que destaca una buena melodía y una producción excelente, composiciones introspectivas por parte de Albarn en las que se nota la aportación del resto del grupo. Al contrarío, “My Terracota Heart” o “There Are Too Many of Us” son canciones que bien podrían haber aparecido en un trabajo en solitario de Albarn y no se habría notado la diferencia.
The Magic Whip conecta especialmente con el anterior disco de la banda Think Talk. Un trabajo que se caracterizó por la poca participación de Coxon y un tono más sosegado y tranquilo.
En su conjunto, la mayoría de canciones lentas de The Magic Whip, hacen pesada la escucha y no se entiende del todo por qué han sido incorporadas en el disco, cuando muchas no pertenecían a la sesión original y fueron compuestas posteriormente por Albarn. Quizás sea porque su último disco en solitario, Everyday Robots, ha sido laureado en exceso y ello le ha obligando infectar con trip hop a Blur. De todas formas temas como “Mirrorball” y “Ghost Ship”, más desenfados y frescos, compensan la escucha, y el trabajo termina siendo más que digno, para tratarse de una toma de contacto después de tanto tiempo. Si bien es verdad que no llega a la altura de sus grandes clásicos, no por ello debemos desesperar y dejar de animar al conjunto inglés para que sigan experimentando y produciendo material, porque muchas partes del disco nos dan esperanzas de volver a escuchar a Blur en tan buena forma como antaño.